Por: Ernesto Pantaleón Medina / Televisión Camagüey
Érase una mañana de septiembre, quizás soleada, tal vez con una pertinaz y fina llovizna, o con una neblina que resulta molesta para manejar o simplemente andar por la calle.
Pero no resulta una jornada cualquiera, sino esa en la que usted conoce que se planea lo que los entendidos en negocios turbios y trabajos sucios llaman ¨acciones en pro de la democracia¨, pero cualquiera puede adivinar que son planes encaminados a sabotear, asesinar, mentir, todo en contra de una pequeña isla sin otra culpa que tratar de construir su propio camino.
Resulta que esa isla es Cuba, y es su patria (ah, olvidaba decir que el lugar donde se ubica nuestra historia es Miami, cuna de algunas personas con un odio irracional e injustificado contra sus hermanos).
¿Qué haría usted, amante de la paz, dispuesto a cualquier gesto, por elevado que sea, para servir y proteger a sus semejantes, más aún si se trata de sus compatriotas?
Por supuesto, tratar por todos los medios de desbaratar los planes de quienes sirven a una potencia, que aunque no está en guerra declarada, sí hace lo imposible por asfixiar a once millones de personas, les cierra vías para adquirir medicinas y alimentos, y de paso, contrata terroristas de todo linaje para que coloquen bombas.
A esa misma que soborna, chantajea y miente, al extremo de esgrimir el argumento de un supuesto peligro que, proveniente del diminuto país amenaza de muerte al gigante económico, tecnológico y militar habitado por más de 200 millones de personas.
Historia que se remonta a más de medio siglo y que recoge en sus páginas desde cientos de planes de asesinato del jefe de estado, hasta la introducción de plagas y enfermedades que costaron miles de millones y la pérdida de vidas humanas, sin contar una invasión frustrada por el pueblo armado.
¿Es entonces culpable quien avisa a su país del peligro?
¿Es delito emplear la inteligencia (que no la violencia) para conocer, anticipar y prevenir el golpe traidor?
La respuesta es obvia, pero sepa quien lee estas líneas, que algo muy parecido a la situación descrita en los párrafos precedentes, le ocurrió a cinco cubanos luchadores antiterroristas quienes desde hace l2 años cumplen condenas dictadas en juicios amañados, y sufren condiciones de encierro inhumano, en flagrante violación del Derecho.
Constituye este caso un insulto lanzado por autoridades viciadas al rostro de los ciudadanos dignos de todo el mundo, pero muy especialmente de los que viven en los Estados Unidos, a quienes tergiversadas interpretaciones de la Ley intentan convertir en cómplices de la injusticia.
Muchos ojos se han abierto y se abren en todo el mundo, y las voces levantan una ola de solidaridad.
Me niego a pensar que esa marea de razón y dignidad pase inadvertida para tanta gente buena y honrada que habita a 90 millas de nuestras costas, y que se prolongue el engaño, sin que la palabra BASTA surja como un dedo acusador ante la ignominia.
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