Por:Ernesto Pantaleón Medina\ Televisión Camagüey
¿Sabía usted que, estadísticamente hablando, las cifras globales del pasado año indican que a cada habitante del planeta le corresponden 2l7 dólares gastados, nada menos que en armas?
Claro que ni usted, ni yo, ni ninguno de los cientos de millones que constituimos “minorías” para las grandes potencias, hemos adquirido ni el mínimo instrumento de exterminio, ni siquiera un inocente misil cargado con quién sabe qué engendros mefistofélicos… no, el desembolso lo hacen quienes siguen el dictado de los “señores de la guerra” y el satánico Complejo Militar Industrial.
Según datos de la FAO las “grandes economías mundiales aportan sólo 365 millones de dólares para la agricultura, pero destinan a gastos bélicos más de MIL BILLONES” (millones de millones, no ha leído usted mal) lo que equivale a un crecimiento del 45 % en relación con el gasto de hace una década.
Lo más lamentable es que esas astronómicas erogaciones ocurren en momentos en que la crisis recorre el mundo con una guadaña de hambre que caerá, antes de que concluya el 2009, sobre más de mil millones de personas, muchas de las cuales no verán los albores del primero de enero, consumidas por la inanición y la desesperanza.
Sin embargo, las potencias sí destinaron cuantiosos fondos a salvar las billeteras de los ricos, sin pestañear ante el atroz jinete del Apocalipsis que cabalga por naciones de Asia, África y América Latina, impotentes para salvar a los pobres de una desnutrición que los acosa por generaciones.
A la cabeza de los más “gastadores” en el jugoso negocio de la destrucción ¿quién lo duda? Los Estados Unidos de Norteamérica, amparados en la “cruzada contra el terrorismo” que ha llevado al país de Lincoln y Martin Luther King a convertirse en el líder mundial de gastos armamentistas, con alrededor del 42% del total, y continúa a todo tren.
Nada, que los muchachos fabrican, compran (y lo que es peor, usan) cohetes, fusiles y bombas “inteligentes” mientras mascan chicles, sin que la muerte ajena les turbe el sueño, ni el hambre de millones de seres humanos les atragante las Mc Donalds.
Como diría la abuela: “Así es la vida, Mijo, unos sí, y otros no…”
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