Por Noel Manzanares Blanco / Televisión Camagüey
Un niño muere de hambre cada seis segundos. Sin embargo, la Cumbre del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) que sesionó en Roma del 16 al 18 de noviembre último, solo pudo pronunciarse por erradicar de forma definitiva el hambre "lo antes posible". La ausencia de los principales estadistas de las naciones más desarrolladas a esa magna cita, explica el porqué era prácticamente imposible que la oportunidad se convirtiera en vehículo para solucionar la hambruna.
En la propia Cumbre hizo acto de presencia una paradoja: se dijo que los líderes mundiales gastan cientos y cientos de billones de dólares para salvar la caída de los bancos, sin atender a que con menos de la mitad de esos recursos sería posible erradicar el hambre del mundo. Además, es público que los Estados industrializados gastan 375 mil millones de dólares en subsidios para los productores agropecuarios de sus países y otros miles de millones en armas y publicidad cada año. Hay recursos financieros para encarar el problema, pero falta priorizar el asunto.
Este desafortunado panorama es complementado por el informe "Estado mundial de la infancia" del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), divulgado a propósito del 20 noviembre, conmemoración de dos décadas de la Convención sobre los Derechos del Niño, en el que se denuncia la falta de progresos en la protección en la edad temprana.
Independientemente del buen desempeño de UNICEF, millones de menores aún están sujetos al tráfico de personas o no son registrados al nacer, por lo que carecen de la documentación necesaria para asistir a la escuela y acceder al sistema sanitario, amén de quedar como potenciales donantes de órganos vitales; la mutilación genital femenina, "una forma de violencia contra las mujeres", se ha practicado a más de 70 millones de hembras entre los 15 y los 49 años en casi treinta países de África, una cifra que aumentaría si se contabilizara otras áreas del mundo; hay más 800 mil pequeños bajo cuidado de algún tipo de institución en Europa del Este y Central (territorios ex socialistas), número que podría ser mayor porque muchas instituciones no se registran; otros millones más se enfrentan a la violencia o al abuso en su hogar, en su escuela o en su comunidad, a menudo por parte de los adultos encargados de su cuidado; el 96 por ciento de la población indígena y el 92 de los afrodescendientes de Latinoamérica viven en la pobreza…
Sin embargo, Cuba escapa a este espeluznante escenario. Asistió a la referida Cumbre de la FAO con en el aval que otorga el hecho de obrar con decoro, a pesar de pesares. Basta decir que en el 2008, por efecto de tres huracanes en apenas 72 días, perdió alrededor del 20 por ciento de su Producto Interno Bruto. Pese a ello, exhibe precios estables, aumento de la incorporación de personas al trabajo e incremento de las producciones agropecuarias. ¡La mortalidad infantil es menor de cinco por cada mil nacimientos!
Entretanto, José Juan Ortiz, representante en La Habana de la propia UNICEF, ha certificado que, a pesar de los problemas económicos, desde hace muchos años no hay en el archipiélago nacional un solo niño en la calle, sin escuela y sin garantías de salud. Él declaró a la prensa:
“Viendo la realidad de Cuba, siempre digo que es un buen ejemplo para otros países, porque siendo una nación subdesarrollada, ha logrado que la aplicación de la Convención de los Derechos del Niño sea verdaderamente modélica”. “Eso quiere decir que la protección y el desarrollo están garantizados por voluntad política, no es una cuestión de recursos financieros. Si hay voluntad, se dan los recursos porque es prioridad. Pero para muchos países, tanto ricos como en desarrollo, la infancia no es una prioridad”.
En el particular de Camagüey, al amparo de las bondades de la Revolución existe el denominado Proyecto Esperanza, con un programa para la rehabilitación de niñas y niños discapacitados que se ha traducido en mejorar la calidad de vida de esos infantes y una mayor integración social. Apenas es una de las tantísimas cosas a favor de la infancia.
Entonces, para acabar con la barbarie silente ante descripta, resulta insuficiente el accionar de los organismos de las Naciones Unidas como la FAO y UNICEF; al tiempo que se requiere transformar cualitativamente el sistema económico-social e ideo-político imperante en las relaciones internacionales. Cuba así lo confirma.
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