Por María Antonia Borroto Trujillo / Televisión Camagüey
Amén de ese chiste de muy mal gusto que considera que la diferencia entre una bruja y una hechicera es nada más y nada menos que cinco años de matrimonio, amén de esa y otras bromas, nadie puede negar que las brujas forman parte de nuestra cultura.
Desde niños nos amenazan con ellas. A la saga de Harry Potter debemos una suerte de renacer de las siniestras criaturas, aunque no tan siniestras si se les mira bien. Siempre he creído en el atractivo de las brujas, no en su mero atractivo en tanto símbolos sino en su sugestivo físico, pues, a fin de cuentas, solo a la belleza le es dable embrujar o hechizar. Una vez oí decir que la diferencia entre brujas y hechiceras se debe a la primacía de concepciones más o menos machistas. Una cultura fuertemente machista habla de brujas, mientras que la hechicera, como el hada, se debe a imágenes más nobles de lo femenino.
Al margen de estos y otros entramados, cuando no brebajes y sortilegios, al margen y no tan al margen —en un momento me explico—, he disfrutado muchísimo con las simpáticas brujas que han visto la luz gracias al ACAALARRE, inusual evento organizado por la Asociación de Artesanos Artistas en Camagüey, ACAA.
Mas vayamos por partes. La ACAA es una sorpresa constante. En su momento elogié eventos que como “Fiesta de barro y fuego” hacen que los misterios del taller trasciendan a la calle. La alquimia silenciosa que le permite al barro cobrar vida, ser, incluso, extensión del hálito de quien lo trabaja, esa alquimia, con tanto de hechizo, puede ser admirada por los transeúntes. Usted puede estarse horas mirando la ternura con que las piezas son modeladas o sintiendo la magia del torno, el rápido y acompasado girar, las sensuales manos que en el no menos sensual fango logran desafiar principios físicos y hacer que la belleza, leve y grácil, se eleve como el espíritu.
Estas palabras ya presuponen la hechicería. Magia me ha parecido siempre el trabajo de los artesanos, magia el de quienes labran la madera hasta descubrir su esencia, magia el de los hacedores de metales, de aparentemente fríos metales que se tuercen con las formas de la vida, magia la desplegada por los costureros que hacen de las vestiduras no solo piezas utilitarias. Mas la apoteosis de todos se muestra, con mayor nitidez, en el ACAALARRE, fiesta de brujas propiciada por la ACAA.
No es esta la fiesta callejera que suelen ser “Barro y fuego” y “La fiesta de la carcoma”. Más recoleto, pues las brujas no son amantes de lo diurno, el ACAALARRE tiene su círculo mágico en la galería Midas, de la sede provincial de la ACAA, y en las conferencias, cada vez más atractivas. Yolanda Wood, por ejemplo, demostró el riquísimo mundo de las creencias de nuestros aborígenes, mientras que Isaac Licor vio el fenómeno de las brujas en la literatura y Pedro Ferenández abordó ciertos fenómenos psicológicos asociados a tan enervantes criaturas.
Aún pueden ser admiradas las obras preparadas para el evento. Desde juguetonas figuras, algunas que ratifican que la distinción entre bruja y hechicera es solo cuestión de matices, hasta otras, muestrario de los objetos y alimañas de que suelen rodearse. Hay toques de humor, como el “Güije en apuros” de Frank Ramírez, o la “Universidad para todos”, de María Teresa Rodríguez. Están presentes algunos objetos muy utilitarios, dígase la simpática cartera, tejida a crochet, de Tania Delgado o el incensario en forma de calabacín de Navidad de Luis Márquez. También pueden ser admiradas figuras muy estilizadas, que dialogan con la tradición plástica cubana, que como la de Luis Martínez, muestran un hacer aun más reflexivo.
“¿Soy? Me urge el amor” es la pieza que nos recibe en la galería Midas, de la ACAA. ¿Acaso una novia? Visos tiene de serlo, novia de rostro y manos frescas, mas de flores envejecidas, de negras y elegantes vestiduras. Esta novia espera, mas, ¿a quién? Esta novia, que duda de su existencia, ¿no es, acaso, un tributo al amor? Un tributo desde el más allá o, según se mire, desde el más acá. Casi frente a ella, una dama sin rostro, también vestida de negro, ratifica la idea de que más que de personas, la bruja es una actitud ante la vida, suerte de entelequia presente en todos los sueños humanos. Estas creaciones de Loraine Pérez, Bárbara Rebeca Herrera y Carmen María Martín la primera, y de Gerardo Cuervo la segunda, resumen la idea misma del salón. La resumen mas no la explican. ¿Acaso las brujas lo permitirían?
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